jueves, 23 de febrero de 2012

'Ferreiro' antes que catedrático

Su historia se ha recogido incontables veces, pero eso no la hace menos fascinante. La vida de José González Vián seduce porque representa esos escasos milagros en los que la inteligencia y la perseverancia dan un giro de ciento ochenta grados a una existencia que iba a ser como la de cualquier hijo de vecino. Tres datos dan idea de su increíble trayectoria: nació en 1940 en Cabana —por aquel entonces Vilaodriz y ahora A Pontenova— en el seno de una familia humilde, trabajó hasta los veinte años como ‘ferreiro’, afilador o aprendiz de aserradero y hoy en día es el único miembro español de la Academia Internacional de Termoelectricidad, con sede en Kiev. Entre estos hitos media, dice, «trabajo, método, privaciones, disciplina y emoción».

González Vián se crió en Riotorto —en Ferreiravella, como le gusta matizar—. Hijo de un afilador, siguió la línea familiar durante su infancia y adolescencia. Él mismo trabajó también el oficio de su padre, y fue además ‘ferreiro’, cavó el monte y trabajó en un aserradero. En aquel entonces, en Ferreiravella «no estudiaba nadie» y su máxima aspiración era llegar a ser chófer. Sin embargo, algo, «sin saber cómo ni por qué», lo impulsaba a formarse y conocer. En esta senda, Angélica, una maestra que aún hoy vive, se convirtió en su «foco motivador para que siguiera adelante». Le ayudó a preparar el ingreso y con 19 años se vino a Lugo a estudiar.
En la capital cursó Maestría Industrial y, a la vez, el bachillerato nocturno. Su talento no pasaba desapercibido y sus profesores le animaban a seguir formándose, alguno incluso le llegó a ofrecer ayuda económica. Su beca «de categoría A» no llegaba para todo, pero tenía el apoyo generoso de la familia. Su hermano emigró a Bélgica y desde allí le enviaba dinero, su madre «criaba ranchiños» y de casa llegaba todo lo que podían enviarle. Él contribuía dando clases particulares.
Tras acabar en Lugo, y siempre becado, se traslada a Madrid a estudiar perito industrial. Al terminar, decide hacer la ingeniería industrial en Bilbao, pero no le convalidan nada, y tiene que cursarlo todo otra vez. Tras diez años de carrera, consigue sacar la ingeniería superior.
Su primer trabajo fue en la compañía Westinghouse, en el departamento de reactores nucleares. La compañía se encargaba de los equipos para la central nuclear de Lemóniz, un proyecto con una fuerte contestación popular. Decide dejar la empresa cuando ETA mata al ingeniero jefe de la central, José María Ryan, y se pasa a la universidad.
González Vián realizó tesis en la Universidad del País Vasco y en la Universidad de Newcastle y desarrolló una carrera docente e investigadora en la que cubrió todas las categorías posibles, desde profesor no numerario a catedrático universitario. Gran parte de su trayectoria se desarrolló en la Universidad del País Vasco, hasta que en 1989 se pasa a la Universidad Pública de Navarra, donde participa en la puesta en marcha del Departamento de Ingeniería Mecánica y de Materiales.
En esta última etapa, su actividad será fundamentalmente investigadora, en estrecha colaboración con la empresa Bosch-Siemens, con la que ha firmado varias patentes en el campo de la generación y refrigeración termoeléctrica. «La experiencia con los alemanes ha sido maravillosa. Yo me siento gallego, pero mi mentalidad es un poco alemana, su método de trabajo me gusta mucho», dice.
En su trayectoria ha colaborado con numerosas instituciones internacionales, como docente y como investigador, pero uno de los momentos culmen de su profesión sucedió en Odessa en febrero de 2009, cuando la Academia Internacional de Termoelectricidad lo convirtió en el primer —y hasta ahora único— académico español en la asociación internacional más importante en este campo. «A uno se le acumulan los recuerdos, sobre todo el sacrificio de los padres. Creo que ese día el río Dniester creció con mis lágrimas», dice.
Ahora, ya jubilado, trabaja en proyectos de la academia. En la actualidad se encuentra en Kyoto (Japón), inmerso en un proyecto de investigación que pretende desarrollar nuevos materiales termoeléctricos. «Para llevarlo al nivel doméstico, se trata de que un cristal pueda generar frío o calor» con la consiguiente revolución energética que eso supondría. Vián también participa en el proyecto para hacer una burbuja climatizada de cuatro kilómetros en Astaná (Kazajstán).
González Vián, o Pepe, el nieto de ‘El Macanudo’ — «un hombre brillante», dice de su abuelo—, ha encontrado retos a la altura de su capacidad y de su esfuerzo. «La inteligencia nos viene dada, el mérito es gestionarla», sentencia.
¿Quién es?
José González Vián
Trayectoria
Ingeniero industrial y catedrático jubilado de la Universidad Pública de Navarra. Profesor de postgrado del Instituto Politécnico Nacional de México y la Universidad de California. Miembro del British Technology Centre (UK) y de la Sociedad Internacional de Termoelectricidad. Colabora con la Academia Rusa de Ciencias, la Universidad Ben-Gurion de Israel o el Jet Propulsion Lab de la Nasa. Ha publicado más de una docena de libros y desarrollado 12 patentes.
Futuro
''En investigación, como pierdas la ola ya no la vuelves a recuperar jamás''
José González Vián ha dedicado mucho tiempo a la investigación, una actividad que le apasiona, como él mismo reconoce, pero que es, a su vez, muy exigente y precisa mucha dedicación. «En ciencia no hay milagros, hay hormiguitas», define. Así ha sido su trayectoria, forjada paso a paso. Aunque el resultado en su conjunto es muy destacado, asegura que también ha habido fracasos y que de ellos «se aprende tanto como de los éxitos, aunque cueste más asimilarlo». Tampoco resulta fácil, dice, compaginar esta exigencia con la vida familiar.
González Vián está convencido de que en España «hay mentes muy buenas, que triunfan en la primera línea», pero advierte del desastroso efecto que tendría reducir los recursos. «Abandonar la investigación es un camino sin retorno, hay que jerarquizar los recursos y llevarlos hacia ese campo, no digo que el resto no sea importante, pero otras cosas pueden esperar», asegura.
En este campo, es muy difícil, si no imposible, recuperar el tiempo perdido. «Como pierdas la ola del área en el que trabajas, ya no la vuelves a alcanzar».
Critica, sin embargo, que en la carrera universitaria española no se tenga en cuenta la producción bibliográfica ni docente. «Para ser catedrático si no tienes tres sexenios de investigación no tienes nada que hacer, la docencia no cuenta para nada», al contrario de lo que sucede en otros países, como Estados Unidos. Este sistema, dice, facilita que se abandone la docencia para dedicarse «a lo que da de comer».
 Mar M. Louzao/El Progreso (Lugo)
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