Lejos del esnobismo urbano, en las profundidades asturgalaicas, sobreviven fondas irreductibles, primitivas y gloriosas. Allí cuesta ocho euros tocar el cielo.
Hay lugares que deberían ser inmediatamente rodeados por una empalizada sin puertas para que el paso del tiempo y la corrupción del mundo moderno no los cambiase nunca. Pero eso sería una solución demasiado radical y egoísta... Porque, por otro lado, todo el mundo debería disfrutar de su magia, libar sus mieles, invocar a Baco y sentirse morir como un vikingo en un festín desmadrado. Hablamos de sitios que son mucho más que restaurantes. Son templos de un primitivismo glorioso, reductos de una sinceridad casi imposible de encontrar entre el esnobismo y el amaneramiento pretencioso que nos rodea. Son sitios donde mujeres infatigables llevan décadas dando comida generosa y conversación afilada a quienes cruzan la puerta de sus casas.
Existen lugares así en esa zona difusa donde se confunden Asturias y Galicia. Es un mundo lejano que hasta hace nada fue remoto por la ausencia de infraestructuras mínimamente evolucionadas. En parte, ese relativo aislamiento tuvo ciertos efectos positivos porque en cierta medida también le libró de las catástrofes urbanísticas y el hedonismo descerebrado que pervirtió tantas otras zonas de España. Vegadeo, Castropol, Tapia, Oscos, Ribadeo, Trabada, Abres, A Pontenova... Son como barrios de un reino independiente en torno a la ría del Eo que trasciende fronteras y cuyos vecinos son mucho más que sólo asturianos o sólo gallegos.
Y es en este entorno, que conjuga muchas de las bendiciones que definen el ideal rural, donde sobreviven sin marchitarse algunas casas de comidas de las de toda la vida. Hemos elegido dos por su talla gastronómica y el encanto de sus oficiantes: la Taberna de Montse y Casa Perales.
La primera se encuentra en plena N-640, la carretera que serpentea entre Vegadeo y Lugo. Pasada A Pontenova, en pleno ascenso hacia el puerto del Marco de Álvare, emerge, encajonada en la ladera, esta casa verde y blanca de apariencia inofensiva. Sí dan pistas externas sobre lo que allí se cuece los vehículos aparcados en los arcenes próximos: algún tractor que aún emana vaho, camiones de dimensiones medianas destinados