domingo, 6 de julio de 2008

EL CASTRO DO BISPO (RECECENDE, A PONTENOVA) Y SU CONTORNO.


Después de ver el repetido interés que en los medios de comunicación causaron determinadas noticias sobre el Castro do Bispo, sito en el barrio de Currás, parroquia de San Xoán de Rececende, en el ayuntamiento de la Pontenova, no nos resistimos a dar algunos datos más concretos sobre el referido Castro y su entorno.

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Este Castro está ubicado en la margen derecha del río Torto, afluente del Eo, en una elevación de poca altura y muy próximo a aquel río, que lo rodea por el Norte, Este y Oeste, lado en el que se halla A Ponte de Don Benito, nombre que data de más de doscientos años, cuando vivía tal señor, hidalgo empadronado como noble en 1790 y vecino del barrio de las Roxas. De aquel puente a la carretera de A Pontenova habrá unos cincuenta metros, y en el sitio de la Chousa das Roxas, en la parte Sur se ve la falda “trasera” del Castro. Otros cincuenta metros más arriba se advierten aún restos de unas excavaciones que se extienden en una franja de unos doscientos metros de largo por unos veinticinco de anchura, y en las que todavía era posible apreciar varios muros en estado de conservación muy diverso, unas circulares y otras rectas, todas ellas cubiertas hoy por ramas de árboles que fueron talados en aquel lugar. Todo esto indica la existencia de una ocupación anterior a la época actual, sea coetánea o posterior al poblamiento del citado Castro.

Al mismo tiempo, y quizás como dependencias auxiliares del propio Castro, unos cien metros más arriba (Foto 1), hay una gran fosa excavada, que, dicen, fue “barrera” de la que se extraía el material para la elaboración de cerámica, y lo cierto es que a la entrada da tal foso existían las paredes de lo que parecen ser dos pequeñas casas o cabañas donde se supone que hacían su trabajo los alfareros.

Hace años que en el Castro se encontraron varios objetos de cerámica, como platos pequeños y grandes y todos “moi bonitos”, que después rompieron los niños jugando con ellos al ignorar su valor histórico, aunque sí se conservó una jarra para echar vino los días de fiesta o de mallas de trigo, jarra a la que le llamaban “a garza” por la similitud de la forma. También aparecieron ollas de barro llenas de un polvo amarillo (¿oro?), que rompieron y esparcieron por el suelo sin darle importancia, creyendo que se trataba de una broma.

Este conjunto castreño está rodeado por dos riachuelos: por el Este el de las Tercias y por el Oeste el de As Regas, que nace por debajo de la citada “barrera”. Monte arriba no está lejos la Pena da Escrita, desde el lugar de Currás hasta la cima; en el centro de ésta las rocas se separan o se abren como para dejar un fácil acceso al otro lado. Parece ser que este paso fue el Camiño Real que desde la Terra de Miranda se dirigía a Meira y a Lugo. Desde lo alto se dominaba prácticamente todo el Val de Miranda, al Oeste Riotorto y luego las tierras de Bretoña y Mondoñedo, al Este Vilameá, Vilaodriz, Conforto y los montes que son ya de Asturias, mientras al frente queda todo Rececende (San Xoán y San Estevo). Siguiendo el camino está la Pena Posta, que junto con la Escrita marcan los antiguos límites de Rececende con Vilameá y Riotorto respectivamente.Vecinos de Currás cuentan que en una de las peñas había inscripciones (que nosotros no pudimos ver) y el nombre de Pena Escrita así lo indicaría.

Así pues, el asentamiento castreño ocupaba un lugar propicio, con agua abundante y es de cómodo acceso, además de la garantía de dominar la comarca desde lo alto para controlar todo tipo de contingencia o acercamiento de gentes desconocidas.

Concretaremos ahora algo más sobre los restos existentes en la periferia del Castro do Bispo. Por la parte de arriba, entre los vestigios de antiguos poblados y la citada barrera, hay una pared de unos 40 o 50 m. de largo dispuesta en dirección Norte-Sur; es semejante a las que es frecuente encontrar en los “vedros” de monte donde se cavaba para sembrar trigo y otros cereales así como para pastoreo de ganado. El dicho muro, además , funcionaba como un reloj de sol: cuando no hacía sombra para ningún lado, era mediodía y por lo tanto hora de ir a comer y reposar; dada su ubicación central en relación a su entorno, tanto para los trabajadores del campo como para los alfareros de la barrera, su utilidad era indudable.

Río abajo, y a unos doscientos metros del Castro, se aprecian unos cortes o excavaciones en el terreno que, a decir de un ingeniero de concentración parcelaria, parecen ser explotaciones mineras auríferas de época romana. Un poco más adelante baja el riachuelo llamado Rego de Cides, que hace de límite entre las parroquias de Rececende y Vilameá (lugares de Currás y Liñeiras respectivamente), y de él arranca un viejo canal, hoy muy derrumbado, que hasta hace poco regaba unos prados pero pasando antes por una excavación que bien pudo ser un lavadero de mineral extraído más arriba. Hacia abajo está río Torto, que confluye con el Eo tres quilómetros más adelante, y unos mil metros después, el Pozo da Ola, un buen arenal hoy convertido en playa fluvial de A Pontenova. Aquí, cuando las minas y hornos de Vilaodriz estaban en funcionamiento, los operarios se bañaban en el dicho arenal, en el que, según cuentan, encontraban pepitas de oro que quizás haya que relacionar con el polvo de oro encontrado hace años en el Castro do Bispo.

Enfrente de la otra orilla del río Torto está la aldea de As Roxas, que ocupa la parte alta del lugar llamado Castro Vello, dedicado a labradío y donde los vecinos, al parecer, encontraban piedras y losas “afumadas”, buscando tesoros por debajo de ellas, de la misma manera que sucedía en otros terrenos situados más abajo y que lleva el significativo nombre de “As Angrobas”. Un poco más al Oeste, en el lugar llamado O Retorno, dicen que aparecían restos de sepulturas de losas clavadas.

Como se puede observar, hace siglos que en todo este contorno hubo un poblamiento muy activo en distintos trabajos y profesiones, ya que también junto al Castro, en la ribera del río que llaman Prados entre Muíños, existían dos molinos que aprovechaban el agua de forma sucesiva, contradiciendo así el refrán que reza “auga pasada non move muíño”. En tiempos recientes este contorno se repobló de eucaliptos con la consiguiente destrucción y deterioración de vestigios arqueológicos, sin que nadie tome ningún tipo de medidas, e incluso puede apreciarse en las zonas citadas y cada poco tiempo cierta remoción de tierras.

En esta comarca existen otros asentamientos antiguos que ahora mencionaremos.

En la confluencia del río Torto con el Eo, y en un alto peñasco situado sobre la margen derecha de este último, está el Castro de Vilaodriz, y a más de un quilómetro monte arriba la llamada Pena del Castro.

En la margen izquierda de aquellos dos ríos y algo más distante, se ve el Castro de Vilameá o de la Picota, en el que hace años algunos vecinos se afanaban en buscar “tesouros” que seguramente nunca encontraron. En cambio, sí sabemos que en su ladera Norte y hacia la cima del monte, en el sitio llamado Muro o Murio, había restos de una construcción circular que, según dicen, era un puesto de vigilancia permanente y dependiente del propio Castro. Desde luego, este lugar tiene una muy buena situación estratégica, pues en días claros puede divisarse el mar hacia la asturiana Tapia de Casariego así como buena parte de la Mariña lucense.

Este mismo sitio sirve de límite entre Vilameá y Rececende y frente a él está el Castro do Teixo o de Mariélez, a pocos metros del riachuelo de San Estevo, que confluye con Torto poco antes del Castro do Bispo. Este Castro do Teixo se conserva bastante bien pese a que fue bastante expoliado, y aún se pueden ver unas paredes que bajan hacia la entrada de un subterráneo que parece estar en buen estado, al igual que una fosa en la que metían una vara o palanca de más de diez metros y no llegaba al fondo y si tiraban una piedra sonaba con gran y profundo estruendo. Hace años, un sarcófago que allí existía fue llevado para servir de bebedero del ganado. Por último, cruzando el riachuelo y en el monte fronterizo, cerca de Moxueira y Riotorto, hubo otro castro que fue cruzado por una pequeña carretera moderna.

Partiendo otra vez del Castro do Bispo y a poca distancia río arriba, donde se ve juntar el riachuelo de San Estevo, queda todavía en buen estado pese a los años que lleva sin trabajar, el Mazo de Riegal, llamado “de tipo romano”. En el otro lado del río hace muchos años había hornos de cocer cal, caleras, y poco después está la iglesia de San Xoán de Rececende, una de las parroquias más antiguas del Arciprestazgo de Miranda ya que figura entre las 31 que el rey Ramiro mandó reconstruir en el año 935, (con el nombre de “Recesvinde”según la España Sagrada, tomo XVIII, p.309), pues fueran destruidas por los sarracenos, lo que coincide con una leyenda que oímos contar a mi abuelo.

Siempre siguiendo el río hacia Riotorto puede haber vestigios de antiguos asentamientos, celtas o no, y quizás anteriores por razones que expondremos en otra ocasión. Ya en Riotorto nos encontramos con el sitio de Cornide, donde se juntan el riachuelo que baja de la Cruz da Cancela (límite con Mondoñedo) y el de Ferreiravella que viene de Marco de Alvare (extrema con Pastoriza), y de allí a la capital municipal (As Rodrigas) hay unos doscientos metros y otro tanto hasta el emblemático castro da Croa, verdadero símbolo de Riotorto, al que parece espiar y controlar desde su atalaya guardando el secreto de sus tesoros, leyendas y realidades, escondiéndose bajo la espesa arboleda de robles y castaños que allí, afortunadamente, aún existe.

Por su lado Noroeste, entre el río que viene de la Cruz da Cancela y las murallas del Castro, sólo hay una “pista”, antes un camino de carro, y subiendo por la misma banda existen unas grandes fosas y caminos de entrada por entre las murallas hasta llegar a la propia Croa. Por el lado Este, de menor pendiente y hoy destinado a pastizales, se advierten restos de tres o cuatro murallas más. Por el Sur pasa una carretera por donde está el barrio de Teixeiro, a poco más de 50 m. de su periferia y donde parece estar el lugar de entrada, pese a estar en la parte más cercana a la cima.

De esta Croa de Riotorto se dice que hay túneles y grandes fosas subterráneas con escaleras de acceso al río, aunque todo él está tan abandonado y oculto que es difícil comprobarlo, si bien su importancia dentro de la comarca explicaría muchos de los rasgos que le atribuyen. Según los vecinos de la zona, que trabajaban las tierras circundantes, en este Castro se encontraron varias cosas, a las que no daban importancia, destruyéndolas o vendiéndolas a otras personas. Con todo, se habla de la aparición de un torques de gran tamaño que acabó en manos de vendedores ambulantes de paños y otros productos que, a su vez, instalados en Foz, se lo vendieron a un señor de Burela y de aquí iría a parar al Museo de Lugo.

Está mejor contrastada la cita de Amor Meilán en su volumen dedicado a la provincia de Lugo en la Geografìa General del Reino de Galicia (publicada a comienzos de los años veinte) cuando recoge el hallazgo de una empuñadura de un puñal de antenas de hierro, descrita por Villa-Amil y Castro en el Museo Español de Antigüedades (de 1876, p.547) junto con otros hallazgos semejantes, incidiendo en la importancia y expansión que la civilización de Hallsttat tendría en esta comarca.

Si seguimos subiendo hasta Sta Marta de Meilán nos encontraremos con el barrio llamado “do Castro”; en Espasande de Baixo el sitio de O Castro, y un poco más arriba con el lugar “da Engroba”, nombres que por esta zona siempre suelen ir asociados.

Así pues, toda la cuenca del río Torto hasta encontrarse con el Eo estuvo muy poblada, tanto en las orillas como en las zonas de monte y laderas. Los recursos naturales eran abundantes y aún son conocidas las truchas de los ríos y riachuelos, y abundan los sotos y los robledales que proporcionan castañas y bellotas mientras en las zonas más bajas hay manzanos, perales, ciruelos, cerezos, además de otros frutos silvestres como moras, arándanos, fresas silvestres, etc., a todo lo que habría que añadir la abundancia de caza mayor y menor.

Aún podríamos citar más lugares con señales de haber sido habitados, fuesen en su día castros u otro tipo de asentamiento. Se da por cierto que don Pelayo lucho con los sarracenos en estas tierras de Miranda y del Eo en su huida hacia Asturias desde la sede episcopal de Bretoña, donde pasaría su niñez y adolescencia bajo la tutela del obispo britoniense. É Benito Vicetto quien nos lo cuenta en su Historia de Galicia (tomo X, p.190), como proporcionando credibilidad a leyendas contadas por los vecinos de la comarca, que identifican lugares donde hubo batallas entre Pelayo y los moros y señalando que “Don Pelayo, pues, salva la cuenca del Eo y vuelve otra vez a hacer la guerra de guerrillas desde nuestros ásperos desfiladeros lucenses, obligando al moro a retroceder al Eo, de cuyas márgenes igualmente los habría de desalojar” (p.199). Leyenda o realidad histórica, la cuestión es que el Castro do Bispo y todo el valle de río Torto tuvieron y tienen un interés para los investigadores de tiempos pasados.

Autor
Berto Alonso González

Publicación original
O Castro do Bispo (Rececende, A Pontenova) e o seu contorno
Croa nº11, 2001, pp. 41-44

Traducción
Ana Mª Rubiero da Pena

Versión electrónica
Enrique Jorge Montenegro Rúa

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