Hubo un tren que circuló por vías de papel,
funcionó con locomotoras movidas por sueños colectivos, y descarriló
antes de transportar algo más que expectativas sociales y económicas
trazadas por quienes deseaban verlo circular. El tren Lugo-Ribadeo pasó
de las vías descritas sobre el papel a la vía muerta de los proyectos
abandonados, aunque dejó un rastro en el que las polémicas sobre su
trazado y los argumentos de unos y otros para defender su propuesta lo
colocan entre los principales sueños incumplidos del norte de Galicia.
Algo más de medio siglo, entre la segunda mitad
del XIX y la primera del XX, duró ese sueño, que en buena parte de su
existencia convivió con la indefinición de su trazado y con los
argumentos defendidos por los partidarios de la opción central
(Lugo-Vilalba-Mondoñedo-Ribadeo) y los de la opción oriental
(Lugo-Meira-Ribadeo). Sin embargo, hubo un momento, a mediados de los
años veinte del siglo pasado, en el que las ilusiones y las disputas se
elevaron al cuadrado, pues las dos opciones básicas se convirtieron en
cuatro.
La posibilidad de diseñar un tren por Mondoñedo
se dobló en dos rutas, igual que la teoría de acercarlo a Vilaodriz,
entonces municipio y hoy parroquia integrada en A Pontenova tras la
fusión de ambos concellos, para unirlo con el ferrocarril minero que
enlazaba con Ribadeo desde unos 20 años antes.
La prensa de Vilalba o Mondoñedo se ocupó con
ardor y amplitud de un asunto que incluso mereció la atención de
sociedades de emigrantes en América, implicados en la defensa de un
trazado que discurriese por sus municipios de procedencia. Avanzado
1926, el semanario mindoniense Renovación recogía cuatro trazados
diferentes.