Un grupo de mineros comen sentados junto a un río. Es en el cañón del Eo. La imagen preside el bar Puente, uno de los más antiguos de A Pontenova. El propietario, Demetrio, lo recuerda y hace de cronista oficioso de este concello del interior de A Mariña. Cuenta que fue de esa mina con parada de tren, la de Vilaodrid, de la que nació primero el pueblo, Puente Nuevo, y luego el ayuntamiento, fundado a partir de la unión de Vilaodrid y lo que hasta 1950 era el concello de Vilameá. El matrimonio vino rodado. Fue justo en 1962 cuando nació.
«A primeiros do século pasado había dúas casas aquí, pero xa había uns mil mineiros traballando no ferro», explica. Eran de las aldeas de los alrededores, pero también de otros concellos de Galicia. Venían de Muimenta, de Meira... Ese desembarco, unido al desarrollo del tren que llevaba el hierro hasta Ribadeo, hizo que las viviendas fueran aumentando en torno al cañón del Eo.
Y llegaron los maragatos y empezaron a abrirse tiendas y bares. «A vila é relativamente nova», comenta el alcalde, Darío Campos. Ese desarrollo urbanístico se fraguó en territorio del viejo ayuntamiento de Vilameá, cuya economía de servicios se movía gracias a la mina excavada en la roca de Vilaodrid, justo en el otro lado del río. Todo estaba unido por un puente. «Había obreiros que viñan do outro lado e pola comida tamén traballaban aquí e fixeron esta bodega», explica el dueño del Puente. La bodega está excavada en la roca y tiene un tubo que ventila hecho también a mano. Las cabeceras de cada uno de estos dos concellos eran dos pequeñas aldeas ubicadas montaña arriba, a un kilómetro del río. Desde cada una de ellas podía avistarse la otra a lo lejos, en lo alto de la montaña, más allá del valle. La feria era en Puente Nuevo.