Con motivo del 30 cumpleaños de la Cadena Cope de la Costa, esta emisora de radio editó un libro este mes en el que un vecino de cada una de las localidades de A Mariña Lucense y del Occidente Asturiano repasaban la evolución de sus propios municipios. En A Pontenova contaron con la colaboración de Santi Coladas que aquí os dejamos:
Decía Carlos Gardel en su tango
«Volver» que 20 años no es nada, pero yo voy más allá y me atrevo a decir, aún
a costa de sumar un decenio más, que 30 años no es nada.
Corría el año 1986 cuando el
Ayuntamiento de A Pontenova (topónimo recién estrenado pues hasta 1984 este
municipio se denominaba Puentenuevo) tenía más de 4.300 habitantes y una
economía próspera, basada principalmente en el sector primario y en la industria
mecánica y de transformación. Lejos quedaban ya los tiempos donde la minería
con la explotación de yacimientos de limonita suponían la principal fuente de
riqueza de un concejo que poco a poco iba dejando atrás un pasado del que tan
sólo quedan como testigos mudos e imperturbables sus afamados «fornos» que cada
año en las fiestas patronales se encienden como recuerdo de una época que
supuso el nacimiento de lo que hoy es A Pontenova, por cierto, fruto de la
fusión de los ayuntamientos de Villameá y Villaodrid allá por 1963.
La fábrica de carrocetas,
conocida como IPV, junto con Industrial Recense, eran la referencia industrial
de la zona, no sólo por los numerosos puestos de trabajo que generaban si no
también, en el caso de IPV, por la relevancia de los vehículos que construía y
que se vendían por toda la geografía nacional y más allá de nuestras fronteras
siendo latino-américa unos de los principales destinos. Lástima que estas
empresas corriesen suerte bastante dispar.
Eran tiempos donde, con la
democracia ya asentada, iban surgiendo en la villa inquietudes de diversa
índole, en el ámbito deportivo ya jugaba por toda la provincia, y de que
manera, el Sporting Pontenova con jugadores locales que en estos tiempos de más
oportunidades aspirarían a cotas mayores. También llevaba unos cuantos años
animando la vida socio-cultural el Centro de Iniciativas Turísticas con
numerosas actividades entre las que destacaba (y aún hoy lo hace con más ímpetu
si cabe) la «Festa da Troita» que en 2017 cumplirá su 39 edición, llevando con
orgullo el merecido galardón de «Fiesta de Interés Turístico Autonómico».
En lo político el ayuntamiento
estaba dirigido en aquellas fechas por Enrique Fernández González, alcalde
histórico que a la postre estaría al frente del consistorio durante más de 20
años.
En la década de los 80 merece
mención especial la importancia que para esta comarca tuvo el río Eo, uno de
los más salmoneros de Galicia y que año tras año atraía (ahora lo hace en menor
medida) a cientos de pescadores en la temporada de pesca lo que contribuyó a
darle publicidad al pueblo y lo convertía en destino turístico y deportivo,
cosa que ayudó a que en esos años el sector hostelero jugase un papel también
determinante en la economía local.
Pero con el paso de los años y
la llegada a las zonas rurales de la crisis demográfica a la que este municipio
no fue ajeno, la población fue a menos a pesar de que los servicios iban a más.
Sirva como dato contundente que en los últimos 25 años el descenso demográfico
fue del 40% hasta llegar a una población (según datos del año 2015) de 2.470
personas. La agricultura y ganadería dejaron de ser tan importantes como antaño
ya que no había gente para atender esos trabajos y la fábrica de carrocetas
vivió un declive notable hasta su cierre definitivo del que ahora parece
resurgir con el nombre de Buxo.
Sin embargo celebrábamos la
construcción del instituto de secundaria, el arreglo de la plaza dos Fornos, la
puesta en marcha de la piscina municipal, las ventas de las primeras parcelas
del polígono industrial e incluso el arreglo de la carretera nacional 640 que
supuso un gran avance y acortó distancias con Lugo o Ribadeo.
El cambio estético que en los
últimos años experimentó el núcleo urbano fue notable lo que hace que a día de
hoy sea una población con un gran atractivo turístico.
Pasados los años y con el cambio
de siglo, también los pontenoveses decidieron cambiar de alcalde en favor de
Darío Campos, quien desde el 2007 (y hasta la actualidad) dirige el
ayuntamiento y en cuyo mandato se produjo uno de los hechos más relevantes de
la historia de A Pontenova, más por lo emotivo que por otra cosa, que no fue
otro que la demolición del puente que dio nombre al municipio y que unía las
dos orillas del Eo para construir una pasarela peatonal. Corría el año 2010.
Hoy el comercio vuelve a jugar
un papel predominante en el día a día de este pequeño «concello» a quien se une
una fuerte industria maderera y donde destaca por sus orígenes y por su
positiva evolución la fábrica Industrial Recense, quien supo sortear con
acierto las dificultades económicas globales para convertirse en un referente
nacional en su sector y siempre apostando por mano de obra local.
Queda mucho por hacer y mucho
por vivir, pero el futuro de este pueblo está asegurado mientras sus gentes
sigan trabajando con el ahínco con que lo llevan haciendo toda su vida.
Decía José Ramón Ónega
(Presidente de Honor del Centro Gallego de Madrid, y casado con una
pontenovesa) en su libro Pasado, Presente y Futuro de A Pontenova que se editó
en 1986, unas palabras que si bien datan de hace 30 años bien valen para poner
colofón a este relato: «Déjenme volver a
Pontenova dentro de muchos años para contemplar la obra de Dios en los espejos
del Eo, y en las onduladas formas de estos valles verdes y frescos, silentes y
antiguos. Porque aquí, señoras y señores, está Dios con los hombres».