martes, 12 de julio de 2011

El exalcalde de A Pontenova Enrique Fernández fue enterrado el domingo

12/07/2011 - P.V. / El Progreso (Lugo)
El más longevo alcalde de A Pontenova, Enrique Fernández, falleció el pasado viernes y el domingo fue enterrado en su municipio en una ceremonia que tuvo un carácter estrictamente familiar e íntimo entre sus más allegados.
Enrique Fernández fue un hombre completamente entregado a la causa de A Pontenova. Accedió a la alcaldía encabezando como independiente una lista del PSOE en 1983, pero el entonces presidente de la Diputación, Francisco Cacharro, enseguida advirtió su potencial y le hizo una oferta que no pudo rechazar.
En el 87 se presentó ya con el PP y consiguió de nuevo una mayoría absoluta que consiguió mantener de forma ininterrumpida hasta 2007 y que le valió ocupar durante doce años la vicepresidencia de la Diputación. Le sería fiel a Cacharro hasta el final, incluso cuando decidió sustituirle por el ribadense José Carlos Rodríguez Andina.

Sus primeros años en la alcaldía de A Pontenova eran tiempos de cambio en todas partes. Él venía del mundo de la educación y era director del colegio local antes de desembarcar en la política, aunque ya no volvería a las aulas.
Comenzó a dotar a A Pontenova de las infraestructuras que él consideraba más necesarias y consiguió que fuese uno de los primeros municipios mariñanos en tener un polígono industrial funcionando de verdad, aunque luego no tuvo la misma suerte con sus ampliaciones.
Luchó a brazo partido por salvar las industrias de su pueblo gracias a sus contactos en las diferentes administraciones de la era Fraga. Tal vez IPV sea el ejemplo paradigmático, pero hubo más.
Además, puso a A Pontenova en el mapa en buena medida gracias a la Festa da Troita. La organizaba el CIT, pero él la impulsó siempre atrayendo a multitud de políticos a su pueblo cada primer domingo de mayo.
El cáncer llamó a su puerta pero no pudo con una fuerza de carácter inquebrantable. Atendía el teléfono incluso mientras recibía quimioterapia, convirtiéndose en un ejemplo de superación. Pero no pudo evitar que mermara su capacidad de acción.
En sus últimos años en la alcaldía, tal vez por la enfermedad o tal vez por el desgaste de tantos años en primera línea, o tal vez un poco por todo ello, sus movimientos en A Pontenova se restringieron y se alejó del día a día hasta el punto de tomar algunas decisiones discutibles y, sobre todo, no consiguió llegar a calibrar nunca el enorme tirón popular del hombre que precipitó su final político: Darío Campos. Entendió la derrota como algo personal y se retiró con su familia.
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