domingo, 29 de mayo de 2011

Los que nunca volvieron

El tiempo deja abiertas investigaciones y expedientes policiales, entre los que hay algunos de personas que se fueron de su domicilio con alguna excusa y nunca más se volvió a saber de su paradero. En la Costa lucense se registraron al menos cinco casos de este tipo en los últimos años, que hoy aún son una incógnita.
Los casos de personas desaparecidas son tantos, que A Mariña lucense tampoco es ajena a estas situaciones, que en muchos casos sorprenden a los familiares y vecinos por inesperados. Eso sucede a pesar de que algunas de las personas ya insinuaron su posible marcha, aunque los allegados se niegan, en la mayoría de las ocasiones, a creer en que esa posibilidad sea realidad.
La desaparición deja tras de sí una ola de dolor y de incomprensión, así como muchas especulaciones sobre las posibles causas que provocaron esa huida. Los motivos son diferentes en cada caso, pero para quienes conocen a esas personas resulta difícil entender las razones que la provocan.
Cada persona es un mundo y cada caso acaba de una manera diferente, unos felizmente y otros no tanto, pero lo más triste es el hondo penar que se instala en las familias cuando no vuelven a tener noticias de la persona.
El municipio de A Pontenova es el que concentra el mayor número de hechos de este tipo, con un total de tres. Además, dos de ellos afectaron a vecinos de la misma parroquia, San Esteban. Otros casos conocidos en la Costa lucense y que continúan siendo un misterio ocurrieron en Mondoñedo y Ribadeo.
Sin noticias
Uno de los pontenoveses del que no se volvió a tener noticias, a pesar de que las autoridades, los voluntarios, los vecinos y la familia lo buscaron de forma intensiva es Juan Luis Fernández Trigo, quien desapareció el 23 de mayo de hace seis años, contaba entonces con 43 años de edad. Su madre lo recuerda apesadumbrada. «Era un bo fillo, o que tiña de malo era para él», explica Matilde Trigo Moirón, quien atribuye el origen de lo ocurrido a la ingesta excesiva de alcohol, combinada con la adición al tabaco. «Queixábase do estómago, levámolo ó médico en Lugo e dixo que o deixase, pero non fixo caso», lamenta.
La madre recuerda que «marchou de noite, desde que nos deitamos todos, porque se fose de día ó mellor o teríamos atopado». Ella reconoce que «se buscou moito, pero non soubemos máis nada del». Después del tiempo transcurrido todavía conserva la esperanza de encontrarlo, «como se fose o primeiro día». A Matilde Trigo le gustaría que «sequera aparecera, así polo menos sabíamos onde estaba, porque deste xeito un sempre está pensando. Así, temos a cruz toda a vida». Juan Luis Fernández trabajaba en el monte, plantando junto a un cuñado.
Otro vecino de San Esteban, de mediana edad y que dejó una viuda con hijos, también desapareció de noche de la denominada Casa do Zoqueiro. Ni la familia ni los vecinos, ni en su trabajo volvieron a saber más sobre su paradero.
Del propio núcleo de A Pontenova faltó otro vecino. Se trata de Jesús García Miranda. La familia declinó hacer manifestaciones sobre lo ocurrido. Por lo que pudo averiguar este periódico, el señor decía con frecuencia que se iba para Cuba, pero nadie le hizo caso hasta que un buen día desapareció de la noche a la mañana sin dejar rastro alguno. El pontenovés vivía solo y le buscaron con intensidad, incluso por el río, pero no lograron dar con él.
Fuente: El Progreso

Doble desaparición
Otro caso que quedó sin resolver, aunque el tiempo no sirva para borrarlo de la memoria de la familia es el que involucró a un joven de Ribadeo llamado José Couso, de 29 años de edad, quien desapareció en 1998. El ribadense estaba pendiente de una citación para acudir a un juicio relacionado con el desembarco de las 14 toneladas de droga que acabaron en un acantilado en Tapia de Casariego en septiembre de 1997.
El joven trabajaba como percebeiro en la costa ribadense y un buen día se lo llevó un golpe de mar. No se supo más hasta que meses más tarde aparecieron los restos de un cadáver en Francia y se decía que podían ser los suyos. Sin embargo, el cuerpo desapareció antes de que se le pudiese realizar la prueba del ADN para verificar si realmente se trataba del ribadense.
El municipio de Mondoñedo también vivió la desaparición de un señor. Se trata de Justo García Expósito, quien tenía 70 años cuando despareció, hace ya ocho años. Su sobrino Hermelino García Leiras explica que su tío, que se encontraba bien de salud, vino desde Argentina a pasar una temporada de vacaciones a Couboeira, durante el verano, acompañado por su mujer. Nada hacía presagiar su final.
Justo García salió de casa al atardecer con la intención de dar un paseo y de dirigirse después hacia la casa de unos vecinos, a los que iba a visitar, pero nunca más se supo de él, a pesar de que «se fixo unha busca intensiva durante máis dun mes», recalca el sobrino. La única persona que lo encontró durante el trayecto fue un vecino, que le preguntó a dónde se dirigía.
La esposa retornó al municipio mindoniense durante la Navidad de ese año, junto a su hija, con la intención de efectuar un nuevo rastreo. Incluso llegaron a efectuar pesquisas en residencias y hospitales, pero nadie lo había visto. La búsqueda resultó infructuosa. Ambos estaban jubilados cuando ocurrió la desaparición. Hoy, la mujer tramita la declaración de fallecimiento de Justo García, quien durante sus estancias en el concello residía en casa de unos cuñados, vivienda en la que recalaba siempre.
Búsqueda
Cada vez que desaparece una persona se activa un dispositivo de búsqueda, que consiste en peinar el terreno desde la zona donde se la vio por última vez y recorrer la mayor superficie y hacerlo lo más rápido posible dentro de las 24 o 48 horas siguientes con el objetivo descartar que se encuentre en el entorno.
La desaparición de un menor tiene prioridad, por lo que se inicia en el momento, pero en el caso de un adulto puede ser voluntaria, dado que no tiene que dar explicaciones de adónde va.
El trabajo se reparte en función de las pistas que existan y de los medios disponibles. El rastreo se decide a partir del lugar en que se produjo la desaparición y dependen del terreno. Como no existe un manual de actuación para este tipo de casos, los voluntarios, los distintos cuerpos de seguridad y las autoridades que participan recaban datos sobre las costumbres, movilidad y edad de la persona.
El protocolo de actuación en las desapariciones se articula también en base a la experiencia. El comisario del Cuerpo Nacional de Policía de Viveiro, José María Prieto, reconoce que «se trabaja igual que si fuese una investigación». Por ello, se tienen en cuenta unas pautas comunes, pero cuando estas no se pueden aplicar, se echa mano de los medios disponibles.

VOLVER A PONTENOVA.ES
Copyright © 2008 PONTENOVA.ES: Términos y condiciones de uso.