- Yolanda García redac.viveiro@lavoz.es
Vicente Ansola, nacido en un rincón cántabro de Pas
llamado Alceda, vive a caballo entre su tierra natal y A Pontenova,
donde restaura una casa y ha sacado a la luz un proyecto que muestra la
zona rural lucense desde su particular mirada fotográfica, en activo
desde hace más de treinta años. Ese proyecto es un libro, O pobo das
néboas, que hace poco presentó el Concello pontenovés. Un cuidado
trabajo que ha realizado de forma desinteresada y gratis, al igual que
la responsable de la traducción de textos al gallego Mónica Pazos o el
colaborador Francisco Martín Medrano, a quienes da las gracias.
«Hace muchos años que iba por Galicia. Un año que
estuve viviendo en Irlanda (donde conoció a Carlos Núñez y The
Chieftains) regresé a Cantabria, me apetecía empezar un proyecto nuevo,
en Galicia o Asturias, decidí hacerlo en Galicia, por lazos afectivos
(por su padre y su abuelo) y la zona lucense me parecía bastante
'enxebre'». O país das néboas le llevó dos años llevarlo a cabo: «Pasa
primero por conocer a la gente, me implico mucho, tiene sus problemas
porque creas lazos, a veces positivos, otras negativos. Conocí a la
gente, las aldeas, intento hablar gallego... porque soy como una esponja
y me gusta asimilar cosas nuevas». Lo habló con el Concello, les mostró
otros libros publicados y su propuesta fue hacerlo «gratis a cambio de
que se comprometieran a publicarlo». Se imprimió en J. Martínez y Ansola
pudo hacerlo «con calidad».
«Es un poco el amor por la naturaleza -señala-,
todo tiene connotaciones un poco celtas, místicas, románticas,
misteriosas... Tengo mi estilo y quiero que cuando la gente vea mis
fotos me reconozca en ellas. La base de estos trabajos es mostrar cómo
verían los seres mitológicos a los seres humanos. Este libro de Galicia
es una evolución porque esa gente forma parte de una mitología, de una
Galicia que se ha ido transformando, perdiendo y me gusta recordar esas
peculiaridades de esos años de misticismo. A la Galicia que conocí
cuando tenía siete años la que más se aproxima es la lucense, veo que es
el último reducto, de los últimos celtas de Galicia. Y aparte, es una
gente maravillosa, una gente que me ha enseñado mucho».
Por la arquitectura popular Ansola siente un gran
respeto, como lo demuestra en su obra: «Creo que no está lo suficiente
valorada la arquitectura de la zona, se está destruyendo, se están
haciendo barbaries. Vilarxubín, en A Pontenova, es para mí una joya
absolutamente olvidada y para mí es de juzgado de guardia que no se
proteja(...) Los políticos, las clases dirigentes, tienen que valorar
esa arquitectura para que la gente la valore». Ansola está abierto a
seguir trabajando por Galicia: «Estos trabajos me ilusionan».
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