A Marcio Simeao do Espírito Santo y a su hijo Heider les une algo más que los lazos familiares. El padre, de 37 años, y su vástago, de 18 recién cumplidos, compiten bajo el mismo escudo: son miembros de la plantilla del Superti-A Pontenova, al que llegaron como refuerzos para la primera experiencia del club mariñano en la Primera Nacional A de fútbol sala.
- I. Meitín Buján
A
Marcio le emociona la extraña situación que protagoniza junto a su
descendiente. «Jamás pensé en vivir algo así, pero me gusta. Es algo
divino practicar deporte al lado de tu hijo», asegura. Por eso,
agradece a los dirigentes de la entidad la posibilidad que le brindan
de vivir tan agradable sensación.
Dentro del
vestuario el veterano jugador brasileño ve a Heider como «un compañero
más». «Allí todos somos iguales, y no me corto si tengo que darle una
patada en los entrenamientos», dice. Fuera de la cancha ejerce de
mentor y le enseña el camino que él siguió para llegar a la mejor Liga
del mundo. «Tiene cosas interesantes, pero... Yo, con 37 años, aún
tengo que mejorar, así que imagínate él. Si trabaja y es humilde puede
llegar lejos».
Un larga carrera en España
Lo
dice un futbolista que llegó a España en 1995 de la mano del técnico
Marcelo Magalhaes para enrolarse en el Avilés Hollywood y que desde
entonces no ha dejado de estirar su currículo. Jugó en La Teresina
(Salamanca), el Azkar Lugo, el Muebles Caloto, el Oviedo FS, el Leis
Pontevedra y el Noia, además del Superti, y festejó cinco ascensos de
categoría, cuatro a División de Honor y uno a Plata.
«Ojalá
yo pueda vivir todas las experiencias que él vivió», dice Heider, al
que no le entusiasma especialmente competir al lado de su progenitor.
«Es curioso, nada más. Lo que más ilusión me hace es poder jugar en
Primera Nacional A», indica el imberbe futbolista que se asentó en
España con 5 años y se formó en las canteras del Azkar Lugo y el Autos
Lobelle.
Consejos de un experto
El
benjamín de la plantilla pontenovesa se confiesa un ferviente seguidor
del juego de su padre. «Es muy bueno. Destacaría sobre todo su
capacidad de sacrificio y la inteligencia para leer los partidos,
además de su disciplina táctica. Casi siempre está en el sitio
adecuado», señala, y trata de seguir sus recomendaciones al pie de la
letra. «Él me da los mejores consejos. Desde que era un niño me asesora
y me insiste mucho en que debo divertirme jugando», añade Heider.
A
diferencia de lo que cabía esperar, ni el equipo ni el fútbol sala
están en sus principales temas de conversación cuando dejan a un lado
sus ocupaciones deportivas, según cuenta el hijo: «En casa hablamos muy
poco de fútbol sala».
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